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Fecha de publicación:
16/5/2019
Potenciar las oportunidades que ofrecen alternativas como la educación en línea es una necesidad ante los diversos desafíos (acceso, calidad, deserción, etc.) que encara la evolución de la educación superior en países en desarrollo como los de América Latina. Esta vez nuestra referencia será el caso chileno, que cuenta con instituciones que desde su creación tenían como oferta académica este tipo de programas. Incluso, siguiendo la legislación chilena, se avalan los programas en línea bajo los mismos parámetros que la educación tradicional y sin restricciones, aunque la regulación no sea del todo clara o específica.
Aún con esos factores a su favor, la educación superior chilena actualmente solo consigue que el 2,9% de su matrícula total sea no presencial. Escenario que contrasta notoriamente con el caso de Brasil, por ejemplo, que alcanza un 17,1% de matrículas online. La diferencia ha sido el momento en que se incorporó la preocupación por desarrollar esa modalidad en las políticas educativas, uno tiene mucho más recorrido que el otro.
En la década de los noventas, hace más de veinte años, la legislación brasilera ya reconocía la educación a distancia como una modalidad válida, equivalente a la tradicional, y además se incorporó en la propuesta de dos universidades públicas, que en esos años ya empezaban a utilizar la Internet para ofrecer cursos de especialización y maestrías. En Chile, si bien desde fines de los noventas ya se utilizaban recursos TIC’s como complemento de la experiencia educativa en contadas instituciones, recién en el 2004 se encuentra un hito importante con la aparición de la primera carrera 100% en línea de la Universidad de Artes, Ciencias y Comunicación. En la actualidad, esta institución ofrece varias carreras con modalidad en línea, en pregrado y posgrado.
Para observar paradigmas más específicos, un documento de la UNESCO del 2016 propone explorar las propuestas de la UNED en España, de la Open University en el Reino Unido y de la Western Governors University en EE.UU. que ofrecen desde hace ya un buen tiempo una variedad de programas totalmente en línea, tanto de pregrado, como de pregrado y educación continua.
Revisar los tres casos confirma fortalezas y debilidades: i) la flexibilidad en los parámetros de estudio es factor clave para los estudiantes que eligen estas universidades, que en su mayoría son gente que trabaja; ii) hay un ahorro significativo en los recursos que necesita el estudiante, así como en infraestructura para la institución, por lo que ambos ganan con costos notoriamente menores; iii) la deserción es la problemática más persistente, aunque hay avances importantes que van de la mano con una mejora en las plataformas (software) que permiten un seguimiento más efectivo de los estudiantes, y una progresiva adaptación de los profesores; iv) el limitado reconocimiento internacional a nivel académico, que se refleja en indicadores de producción científica y logros del claustro, todavía le está costando a estas instituciones; v) y los indicadores de satisfacción y rendimiento de los estudiantes van en crecimiento.
Regresamos a Chile para apuntar sobre una preocupación que recae en sistemas con modalidades a distancia en desarrollo: la acreditación de calidad. En el país del sur, si bien 91% de las universidades están acreditadas y casi un 70% de sus programas también, la rama de lo no presencial apenas pasa el 15%. Incluso, cuando en el papel se debe aplicar el mismo tratamiento de aseguramiento de la calidad tanto para lo tradicional como para lo que es a distancia, en la práctica es evidente que se necesitan evaluar parámetros adicionales. Con ese pendiente, en diciembre del año pasado la Comisión Nacional de Acreditación chilena puso en vigencia los llamados criterios complementarios para instituciones que ofrecen programas online.
Entre los criterios expuestos, destacamos algunos que marcan la diferencia con el modelo tradicional: i) elaboración y constante actualización del soporte pedagógico, optimizado para el entorno virtual, de la mano con un enfoque curricular exclusivo; ii) selección de personal directivo, académico y administrativo con requisitos en implementación de programas virtuales; iii) elaboración de políticas para asegurar disponibilidad, actualización y mantenimiento de infraestructura y servicios informáticos exclusivos; iv) considerar un cuerpo docente y personal técnico completamente adaptados a las necesidades de enseñanza, apoyo y retroalimentación propios de la modalidad virtual; v) implementar procesos de perfeccionamiento y actualización docente en el ámbito virtual; vi) y contar con mecanismos de inducción, ofrecer apoyo académico y socio-afectivo, y asegurar un entorno seguro en línea, para el estudiante que elige esa modalidad.
El desarrollo de esos criterios básicos para la acreditación de la modalidad a distancia se puede complementar con lo mencionado en un artículo de América Economía, que recoge la perspectiva de Leah K. Matthews, directora ejecutiva de la Distance Education Accrediting Commission con lustros de experiencia en Estados Unidos. Para Matthews, las instituciones deben dar prioridad a la adquisición de nuevos modelos de verificación del aprendizaje, que además por las capacidades innatas de las plataformas en línea, ofrecen información que facilita un seguimiento al estudiante. También, menciona "el uso de tecnología apropiada y accesible, programas muy costosos no funcionan para la población en general", y la participación temprana del docente, para encarar obstáculos comunes desde la elaboración de propuestas para esta modalidad.
En el Perú, tal como se menciona en una publicación anterior, la Ley Universitaria no avala estudios superiores que sean exclusivamente a distancia, ya que bajo esa modalidad no se pueden superar el 50% de créditos del total de la carrera. Además, en lo que respecta a los estándares de calidad, se especifica que estos deben ser los mismos que los presenciales, así que no se proponen criterios diferenciados. Por último, se especifica que los títulos y grados académicos a distancia obtenidos en universidades extranjeras se rigen por los mismos parámetros de validación que los presenciales. Como ejemplo, tenemos el caso de la Universidad Internacional de La Rioja ("La Universidad en Internet"), con sede administrativa en Lima, y que en su web enlaza a una carta de la Sunedu que reconoce sus programas como cualquier programa presencial; es decir, previa acreditación de la autoridad competente del país de origen.
Fuentes: