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Fecha de publicación:
16/12/2020
Fuente: Artículo tomado de PuntoEdu / Foto: Universidad Torcuato Di Tella
Analizando el panorama un poco más amplio, podemos decir que, en lo económico, regiones con sistemas universitarios con menor participación del sector privado, como los países nórdicos, tienen mayor estabilidad financiera al depender del Estado y no estar sujetas a pensiones. Los sistemas con mayor participación privada y más internacionalizados han sido los más afectados, como las universidades británicas o australianas, pues dependen de pensiones mensuales y de alumnos internacionales, los cuales se han reducido al no encontrar atractiva la oferta online. En EE.UU., la afectación ha llevado incluso al cierre de universidades.
En Latinoamérica, las universidades están menos internacionalizadas. Sin embargo, hay un gran grupo de pequeñas universidades privadas que dependen de estudiantes de menores ingresos, por lo que han tenido problemas financieros. Argentina tiene un sector privado muy pequeño y relativamente sólido a nivel financiero. Ello debido a que las universidades superan una evaluación muy estricta por el Ministerio de Educación y la agencia acreditadora para empezar a operar. En líneas generales, el sistema ha aguantado.
Con respecto a lo pedagógico, el problema en la región ha radicado principalmente en las asimetrías de conectividad entre países y al interior de los mismos.
Con este contexto hay una legitimación, desde lo social y lo académico, de la educación a distancia, pues ya es una alternativa válida que ha funcionado efectivamente. No obstante, la función de socialización son los vínculos y relaciones que la persona genera a través de la interacción. Esa parte difícilmente se generará si la educación a distancia reemplaza completamente la presencial. La alternativa es el surgimiento de modalidades híbridas, especialmente relevantes para universidades de élite, pues en su capital social se sustenta mucho de su valor.
Latinoamérica tiene una producción en ciencias aplicadas muy frágil, lo que va más allá de la formación universitaria. Los docentes en general tienen un bajo manejo de métodos cuantitativos, la educación básica tiende a enfocar la formación a las humanidades. Asimismo, las carreras STEM son más largas y demandantes, lo que puede desincentivar. Además, hay sesgos de género marcados que responden a una cuestión cultural.
Así, se requiere una revolución desde lo pedagógico hasta lo cultural. Empezar por el plan de estudios en la formación básica y docente, incorporar métodos cuantitativos desde temprana edad, acortar las carreras de ciencias aplicadas, incorporar el análisis cuantitativo en las carreras de humanidades y más.
Uno de los desafíos más grandes es incorporar mayor cantidad de alumnos en la universidad, especialmente a los de sectores más vulnerables. Sobre esta base, la educación en línea puede ser una herramienta para responder a este desafío. No obstante, primero es necesario masificar el nivel secundario y, a partir de ahí, dar la posibilidad de una carrera terciaria, no solo universitaria, sino también técnica.
Este último es un sector que se ha expandido y que constituye un segundo desafío, pues es necesario articularlo con el sector universitario para que puedan complementarse. Esta articulación también se puede beneficiar de la modalidad remota y es relevante porque tiene que ver con la formación continua y la adaptación al cambiante mercado laboral. Incluir microcréditos que deriven en credenciales específicas ayudaría este fin.
Un tercer desafío es la incorporación de habilidades blandas en el currículo, así como la creación de sitios comunes, independientemente de la carrera, para la formación profesional y en valores. Aún con ello, la universidad no puede verse disociada, sino que también tiene que trabajarse desde otros niveles, sectores y políticas.