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Fecha de publicación:
18/5/2021
La pandemia de la Covid-19 no solo nos ha afectado físicamente, también en la parte emocional. Las pérdidas de familiares y personas cercanas, las noticias negativas, la incertidumbre frente al futuro y el aislamiento social han generado cuadros de depresión y desánimo en muchos de nosotros, lo que se ha reflejado en los distintos ámbitos de nuestro día a día.
Pero, ¿cómo ha sido el impacto en el caso de las universidades? Francisca Yuri, psicóloga y directora del Centro de Apoyo al Desempeño Académico de la Universidad del Desarrollo de Chile, nos explica cómo distintas casas de estudio han enfrentado esta situación y nos da pautas para poder hacerlo.
Ha sido complejo y no hay duda que ha tenido consecuencias psicológicas. Para empezar, migrar todo a un formato online significó crear una nueva forma de enseñar e interactuar poniendo a prueba el grado de adaptabilidad y, aunque a comparación del año pasado ya nos hemos acostumbrado, en este año ha aumentado la fatiga emocional producto de la situación crónica y de no tener claro cuándo va a terminar la pandemia.
En este este trayecto se han tenido que tomar medidas. La primera va más allá del contenido y tiene que ver con cómo nos contactamos. Por otro lado, el no salir de casa y la ausencia de espacios diferentes para lo laboral, lo personal y lo familiar, genera mucha ansiedad. El hogar deja de ser un lugar sagrado de descanso e intimidad lo cual genera mucho estrés e impacta en la estabilidad psicológica y emocionalidad y esto uno lo ve en la baja tolerancia a la frustración y en el aumento de la sintomatología y patología. Hay mucho estrés, ansiedad y apatía. El cambio de la rutina ha sido tremendamente dañino y esto ha afectado la estabilidad de todos.
Esos espacios son irremplazables. Sin embargo, se pueden hacer algunas cosas como generar momentos para conversar y hablar más allá del contenido del curso, además de promover trabajos en grupo, usar herramientas de interacción (chats) o cápsulas lúdicas para romper el hielo. Todo esto, puede ayudar a fomentar el espacio social que antes se daba naturalmente y en esta tarea el rol del profesor es fundamental.
Las estrategias han estado orientadas a generar espacios externos donde los estudiantes pueden pedir ayuda. Esto le da seguridad al docente y a los estudiantes la posibilidad de poder hablar y sentirse apoyados. Es fundamental que el docente pueda crear espacios en clase para poder conversar y que los estudiantes se sientan escuchados. Otra estrategia es formular conexiones más cortas y allí el aprendizaje no sólo va al contenido sino a la integración del material y dar más peso a lo reflexivo y no a la memorización de contenidos.
“Es fundamental que el docente pueda crear espacios en clase para poder conversar y que los estudiantes se sientan escuchados”
Francisca Yuri
En diversas universidades se están dando clases más acotadas, talleres, voluntariado y hasta becas para estudiantes con problemas económicos. En mi universidad, por ejemplo, se han creado dispositivos (espacios de escucha y ayuda), que se insertan dentro de las clases para ayudar a los estudiantes además de los espacios individuales que puedan tener como el CADA que es el centro donde yo trabajo.
Desde el plano psicológico, lo más importante es tener la posibilidad de poder hablar, de poner en palabras lo que está pasando, no generalizar. Las redes sociales han servido también para subir información y materiales de autoayuda.
Creo que va a tener consecuencias positivas y negativas. En lo positivo se logró derribar los mitos respecto a cómo relacionarse a distancia, también se va a poder llegar a muchos más estudiantes y ha puesto a prueba nuestra capacidad de adaptarnos a nuevas situaciones y esto es un aprendizaje en medio de lo terrible que ha sido la pandemia.
A futuro vamos a tener estudiantes que les va a costar la interacción social y habrá que reeducarlos para el regreso al campus y allí se van a tener que regular las expectativas del retorno cuidando la efervescencia del reencuentro, siempre tomando en cuenta lo que permiten las condiciones sanitarias.
Ir organizando de manera progresiva el retorno para que este no sea intempestivo y que todos puedan ir readaptándose de manera gradual a esta nueva normalidad.
