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Fecha de publicación:
27/6/2019
Para esta científica, el mundo ha entrado en una nueva era y la institución científica ha cambiado. La vieja estructura básica lineal de retórica disciplinaria se ha transformado en una red muy dinámica de múltiples nodos y conexiones. La unidad y universalidad están siendo reemplazadas por la pluralidad y relación en un mundo complejo, y con ello las formas de evaluación de la actividad científica están cambiando (ver documento).
De Argentina sé muy poco, pues he vuelto hace muy poco tiempo, mi experiencia ha sido más en Venezuela y en Brasil, y en otros países. Argentina venía muy bien, una curva de recuperación del gasto público en el tema nacional de apoyo, se crearon una cantidad de universidades públicas, un programa de becas de formación, varios niveles de carreras de investigador, hasta que de repente se cortó todo. En el ínterin, la comunidad nacional de ciencia creció, las expectativas de los investigadores de las universidades e institutos de investigación era crearse una carrera.
Una pregunta que se ha planteado un par de veces es ¿cómo se forma un investigador? Es importante porque tiene que ser otro investigador y, en general, un clima de investigación el que lo forme, no sale de los libros de texto, sino que tienes el ejemplo, una dinámica de trabajo que se va estableciendo en el posgrado. Todo eso en Argentina estaba institucionalizado, puedes criticar que había un patrón de investigación muy acotado y un estilo muy cerrado, hay cierto tipo de investigación que se acepta y otra que no. Salvo eso, es indudable que hubo una experiencia interesante y exitosa desde ese punto de vista en formación de investigadores, pero la inestabilidad política desbarata esa línea de ascenso, de reconstrucción de algo que hubo en el ciclo pasado (ver nota a pie de página [1]), te da alimento para pensar, de qué pasa en estas condiciones. Cuando el crecimiento no tiene un sustento suficientemente sólido en la economía o en la política de un país, se desbarata y se desbaratan muchas cosas porque hay gente que se está volviendo a ir de Argentina. Esto es muy descorazonador.
Ese es también el caso de Venezuela, una sociedad hoy completamente destruida. Era un país con una riqueza muy grande, demasiada plata que no se gastaba necesariamente bien, pero hubo pautas de gasto público. Nosotros tuvimos muy poca diferencia con México del sistema nacional de promoción de la investigación desde el 1990, con carreras del investigador que te daban un plus salario, no tan bueno como el mexicano, pero sí con criterios de evaluación periódicos, la gente tenía que pasarlos. Esto duró desde el 1990 hasta el 2012. Después, ahí ya se cambió el sistema, el nombre, las reglas del juego, en fin. La gente circulaba mucho porque había respaldo económico. En el momento en que esto se corta, se empieza a desmoronar las revistas, no se renovaban las suscripciones, las bibliotecas empiezan a colapsar porque no se compran libros, los profesores empiezan a irse.
En México, ves una comunidad científica social madura y muy grande, una cantidad enorme de estudiantes de ciencias sociales, aunque con niveles de calidad también diferentes. Estamos investigando este año cómo se ve la internacionalización de las ciencias sociales desde las provincias externas al área metropolitana porque cuando mucha gente habla de México y las C.C.S.S. hablan de la UNAM, del Colegio de México, y nada más. Lo que ocurre ahora con el gobierno (López Obrador) es un cambio a lo loco (ver nota [2]). Cuando tienes una comunidad científica establecida, no puedes hacer eso.
Las ciencias naturales ya perdieron el imperio en todo caso, en este momento estamos viendo una era donde lo que domina es la técnica. Lo tecnológico y lo empresarial, las decisiones técnicas, dominan lo que se hace también en las ciencias duras. Están un poco mejor que nosotros, pero ni tanto: es un problema serio para las ciencias en general. Lo interesante es que las ciencias sociales no se ven como subalternas a las ciencias duras, sino que se interrogan sobre ellas como parte de la vida social. Ahora, ¿qué pasa con esto? Hubo un periodo a nivel internacional donde se armó “la guerra de las ciencias”, parecía que nos íbamos a matar los científicos naturales y sociales. Armaron todo un rollo de que los científicos sociales eran unos embusteros y que no sabían nada, que escribían bonito, en francés o con palabras difíciles para decir cualquier tontería. Lo que les preocupa a los científicos naturales es algo, lo que nos preocupa a los científicos sociales es otra cosa, respecto a los mismos fenómenos quizás. Entonces, en ese cruce de ideas, el juntarnos y conversar nos lleva a respetar y entendernos, aunque a ellos les sigue pareciendo más importante lo que ellos se preguntan y a nosotros lo nuestro. Creemos también que proporcionamos un puente de comprensión entre la sociedad y la propia comunidad científica, y el papel de la ciencia y la tecnología en la sociedad son tan grandes e insumen tantos recursos que es importante que nosotros podamos hacer comentarios, críticas y análisis al respecto. A nosotros nos interesa cómo se produce conocimiento científico, a ellos les interesa venderte el resultado.
Los países que tienen ingresos propios, a los que les alcanza para entrar en la categoría de “países de ingresos medios”, no pueden vivir de la limosna ajena. No pueden dejar que otros se la cobren y definan las agendas, ya sea con buenas o malas intenciones. Esa es una responsabilidad nacional y una posibilidad enorme. En la medida en que el país logre crear una clase de investigadores sociales, no un grupo de gente que hable cualquier tontería por la calle, en los cuales pueda apoyarse el Estado, la sociedad civil y los distintos grupos de opinión, entonces podrá tener posibilidades. Yo confío en que les vaya bien.
[1] Se refiere a los efectos de la política anterior a la de ajuste económico implementada recientemente en Argentina.
[2] Se refiere a las medidas de recorte de fondos a los centros de investigación como el caso del CIDE.
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